Corría la primera mitad del siglo XIX cuando Charly empezó a pensar en los posibles usos del caucho. El problema es que se volvía quebradizo con el frío y pegajoso con el calor, así que lió a varios amigos para que le dejaran dinero y al poco tiempo allí estaba Goodyear, sin dinero, sin goma y sin amigos. Lo encarcelaron por impagos y en la carcel siguió pensando en cómo endurecer la goma (un pensamiento más que lógico en la cárcel). Cuando salió, inventó un nuevo método que le llevó a tener un contrato con el Gobierno Estados Unidos para las bolsas de los carteros. Por fín Goodyear tendría la recompensa a años de trabajo y sufrimiento.
Excepto porque al llegar el verano se derretían las bolsas. Imagína el panorama cuando te llegua la devolución de un pedido así.
Cansado de tanto fracaso, Goodyear le compra a un señor los derechos de mezclar azufre con caucho, que cambió todo. De una goma pegajosa y quebradiza pasó a tener una goma pegajosa, quebradiza y que ahora también olía mal. Y lo preparaba en casa! (señora Goodyear, qué buen partido!!).
Probablemente deseando mandar todo al cuerno o como dice la historia, por error, un día esa mezcla se le quemó en un hornillo y AL FIN , la goma vulcanizó y Goodyear, tras años de investigaciones, de fracasos y de una cabeza más dura que el adamantium de lobezno había conseguido un compuesto que sería utilizado en toda clase de objetos, desde preservativos (si, de caucho, la cácel deja huella en las ideas que tienes a lo largo de tu vida) hasta por supuesto neumáticos, además de un proceso que se extendería a otros compuestos.
¿Qué ocurrió después? Pues otro tipo patentó en Europa el mismo proceso y le dieron la razón. La reacción de Goodyear tras el juicio por la patente británica sería la inspiración para el personaje de Hulk.
40 años después de su muerte se creó la Goodyear Tire and Rubber Company que hoy conocemos, gracias a la cual tu coche no va sobre ruedas de madera (excepto para tí, lector Amish).
